"Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya estĆ”n medio muertos. – Bertrand Russell
Aquella cita se grabó en mi cabeza desde el dĆa en que, leyendo entre lĆneas hace ya unos cuantos aƱos, tratĆ© de entender y descifrar la definición mĆ”s perfecta del sentimiento romĆ”ntico. LeĆ sobre relaciones apasionadas, el amor cortĆ©s y, entre folio y folio, destacaban siempre las palabras “inalcanzable”, “locura” y “desgarro”.
Con el tiempo todas esas ideas se fueron disipando hasta que volvĆan a golpearme con fuerza, ya fuese leyendo Cumbres Borrascosas o viendo Los Puentes de Madison. El cine y la Literatura estĆ”n plagados de historias de este tipo de amor que engancha y se mete debajo de nuestras almohadas para que soƱemos hasta el punto de hacerlo realidad. Lloramos con el papel de Francesca, interpretado por Meryl Streep, cuando fue incapaz de abrir la puerta del coche de su marido para correr en brazos del flamante fotógrafo en la piel de Clint Eastwood. Entendimos que nunca serĆan tan felices como aquellos cuatro dĆas porque les pudo algo mĆ”s sólido que dejarse llevar por lo que dicta el corazón. Y asĆ, infinitas parejas, divididas entre razones y emociones, quedaron y quedan condenadas a no comer perdices. La lucha interna entre el deber y el querer.
Pero no nos confundamos. Nos encanta desafiar al universo y apostar sin reparo por el final feliz. Nos fascina la idea de reunirnos con Ʃl cuando anochezca en lo alto del Empire State. Queremos el beso final de Desayuno con diamantes.
Porque lo cierto es que cuanto mƔs complicada sea la trama, cuantos mƔs obstƔculos encontremos por el camino para llegar a conseguir lo que realmente anhelamos, mejor serƔ el desenlace.
Y habrĆ” merecido la pena."
*Fuente: CafƩ Desvelado.