Septiembre, que ya empiezas a vibrar. Cuando tus hojas se precipitan hacia el suelo, cuando empiezas a sentir cómo la humedad del aire se apodera de la fragilidad de tu cabello. Septiembre, que ya haces llorar al cielo, sin tener piedad de quien camina por tus calles. Septiembre, que nos regalas preciosos amaneceres con brisa fresca y calurosos atardeceres de pelĆculas de cuentos inventados por Disney.
Septiembre, siempre mes de regreso, de vuelta a la rutina. AƱo tras aƱo, eres el mismo villano. Vuelta al colegio, al trabajo, vuelta a la normalidad, cada uno a su vida particular y personal. ¿Pero quiĆ©n quiere tu normalidad, Septiembre? Que levanten la mano todas aquellas personas que deseaban tu llegada. Que se acabase ese infinito verano de rayos de sol sobre la piel, de disfrutar del mar, de las carcajadas sonoras de fondo, del taconeo particular de las terminales de los aeropuertos, de las esperas sin prisa, del vĆsteme despacio, de las puestas de sol infinitas a altas horas de la tarde, del no tener horario, andar sin pilas en el reloj, y sin agenda. Del no tienes ningĆŗn evento programado para hoy que te dictaba Google Calendar. De escabullirse entre los minutos de las altas horas de la madrugada.
Y tĆŗ..., persona ilusa que me sostienes los trozos que quedan de tu pobre corazón en una mano, que tanto resistĆas su llegada, estĆ”s ahĆ, parada, viendo como pasa la vida, viendo como pasan los dĆas. EstĆ”s sentada en ese vagón infinito, viendo correr las estaciones de forma circular, repetitiva e infinita, todas y cada una de las paradas de ese tren. Ya te lo sabes de memoria, reconocerlo te harĆ” fuerte. Llevas en la maleta un millón de metas y piedras. Objetivos que hacen brillar tus ojos. Y no dejas que Septiembre te arrebate ninguno de los pesos que cargas a la espalda. Nunca lo intentas. Se amontonan tus excusas en mi puerta.
Asà que decides poner punto y final a Septiembre. Porque nunca te ha gustado ese mes y te lo piensas merendar este año. Porque de esta no pasa. Porque es la última vez. Porque tú puedes con esto y con todo. Porque las hemos pasado peores. Porque te vas a levantar de ese asiento del vagón donde contemplas tu reflejo en cada estación y vas a tirar la mitad de la maleta que llevas a cuestas. Porque la vida vuela. Porque del sitio del que vienes te enseñaron, que eres mÔs fuerte de lo que pareces, mÔs valiente de lo que crees y mÔs inteligente de lo que piensas. Porque lo eres. Y ese corazón de piedra a prueba de balas que reconstruyes serÔ el que te levante cada mañana para luchar con garras y dientes. Porque sabes que la suerte se fabrica. Porque son las ocho y diez. Septiembre, que ya empiezas a vibrar.
Fuente: Elisabeth Oviedo.